Tiquiba por los siglos de los siglos, amén

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Llegué con mis dos muchachos, mi esposa y Ninoska el sábado de una tarde de agosto. Despúes de lidiar con los vericuetos de viajar con niños ante el espacio reducido del carro que nos llevaría, olvídense de corral, maletas grandes, mudas de ropa abundante, cero esterilizador para teteros, toda una expedición digna para un documental de la serie "sobrevivi" de Discovery Channel. Nuevamente en Pueblo Nuevo, en la costa oriental de la Peninsula de Paraguaná al aniversario 25 de la agrupación teatral y cultural, Tiquiba.

Haciendo paralelismo implícito de unas bodas, fuimos a soplar 25 velitas de plata, de las cuales he tenido el honor de soplar 14. Cada vez que voy a Pueblo Nuevo, lo hago para reafirmar que existe gente que aún cree en los proyectos mancomunados a través de la cultura entre personas que profesan distintas religiones, razas, posturas políticas, comparten chivos en coco, cerveza importada de Maracaibo (regional light), son padrinos entre ellos mismos de sus hijos, velan por la conservación de las pocas casas de hatos coloniales que aún se resisten a caer, forman a sus jóvenes para que no sean cómplices y victimas del contrabando, la droga y el ocio. Cómo dejar de ir si cada visita es un sin fin de historias bonitas de esta gente que quiere echar pa' lante , ser un pueblo referente, instruido, humano, que vive luchando ante la sombra avasallante del materialismo libre de impuesto y el turismo desmedido, que han hecho de Paraguaná en los últimos años -para incultos ignorantes- una especie de Las Vegas gringa, en suelo falconiano.

Las malas noticias parecen ser el pan nuestro de la mesa de cualquier venezolano si se habla de política y Pueblo Nuevo no escapa tampoco de esta realidad. La ausencia del pueblo a las actividades de Tiquiba se han reducido a una muy mínima expresión si se trata de hacerlas en donde siempre las han hecho, en el ateneo Josefa Camejo, centro donde la cultura es la sonrisa, pero que en los últimos años se ha vuelto llanto.

La gente del pueblo no quiere asistir al Josefa Camejo porque la política barata, o cara, han ido borrando poco a poco el rostro a un espacio concebido desde un principio para las actividades teatrales, musicales, lúdicas, un espacio para el reencuentro de la poesía de Genoveva de Castro, para escudriñar la historia que en papeles por lo menos aun se guarda en el archivo del acervo histórico que Isaac López, motor de estos encuentros, lleva decadas defendiéndolo para que no le pase como a Maracaibo donde la historia solo queda en fotos de un álbumes viejos y la memoria poco a poco se va debilitando hasta convertirse en un alzheimer degenerado que le roba la identidad a un pueblo con una historia real y no inventada, muy de moda en boca de nuestros dirigentes hoy día.

¿Pa' que carajo sirvió la bandera y el discurso de una mejor sociedad, si en Pueblo Nuevo lo que se logró con sudor de sangre, ahora lo borran de un solo alarido de intolerancia? así como borraron el mural urbano, diseñado para el pueblo y estaba al lado del complejo Josefa Camejo, hecho a mano con aerógrafo por el artista plástico colombiano Chema, una ordinaria pared de ladrillos convertida en lienzo con las plumas de un cardenalito y un turpial, la silueta imponente del cerro Santa Ana, los rostros de paraguaneros y la cara lavada del cantor de la patria Alí Primera. Todas esas imágenes quedaron debajo del blanco de la atrocidad de una campaña electoral del PSUV con el argumento que tarde o temprano esa pared se iba a caer y lo que estuviese allí pintado se iba perder, vaya excusa para mandar al pendejo a ver si la marrana parió.

Sin embargo, los cantos de Los Salveros de San Juan, Marta Molina, Daniel Gotopo, Luz María Derce, La Ruta del Bacalao Silvio Rodríguez, León Gieco, Mercedes Sosa, Fonseca, Rubén Blades, Frank Delgado, Alí Primera, Fonseca, no dejaron de revolotear por los pasillos y calles del Josefa Camejo entre poesías de Guillermo de León Calles, Luís Alfonso Bueno, Julio Cesar Blanco Rossito y Simón Petit, allí se incrustaron como la rama de enredadera que va buscando la luz del sol, aunque haya sido cortada, el retoño busca reavivar la mata que volverá a crecer frondosa llenando la sala principal donde los aplausos estremecen y ensordecen, donde ya no habrá las caras de los de turno, sino las que siempre han estado y estarán haciendo la historia de Paraguaná al pie del cerro Santa Ana, por donde comenzó a crecer Venezuela, llena de esperanza y gritos libertarios arraigados en un pueblo manso, que escucha canciones bravas.

Partí a los dos días preñado de esos sueños que volverán a nacer mas temprano que tarde, de repente en la cara, manos y voces de mis hijos, de los hijos de Luz María, Barbara, Ana Cristina, Douglas, Yoisinny, Nandy, Narwi, María Teresa, Carlos, Roberto, Beatriz, Abraham, Gustavo, Anthony y toda la gente que por mi bendita memoria que ya se la comen los gusanos no deja acordarme de sus nombres, pero sé que mantienen presente la idea necia de ser seres felices viviendo en fraternidad, armonía, humildad, sencillez y hospitalidad Celebrar los 25 años de Tiquiba, dejo un punto suspensivo mezclado con un símbolo de infinito que se seguirá extendiendo por los siglos de los siglos en este país. Amén.

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